Ingeniero químico de la Universidad de Louisiana (USA), Master en Administración de Empresas de la Universidad Central de Venezuela y en Administración Fiscal y Desarrollo Económico de la Universidad de Harvard. Es además rector de la Universidad Metropolitana de Venezuela. |
Finlandia, un pequeño país de apenas 5,3 millones de habitantes, hasta hace pocas décadas uno de los más pobres del norte de Europa, con desarrollo sustentado básicamente en la explotación de la madera, inició su modernización en los años 80, respondiendo a la demanda de los nuevos tiempos, mediante una estrategia de inversión en investigación y desarrollo para construir una economía del conocimiento, en el contexto de la mundialización que pondera como más preciados los productos de la innovación que las tradicionales materias primas.
La estrategia de ese modesto país para insertarse, con ventajas en la nueva economía, ha estado, desde sus inicios, soportada en una profunda reforma educativa que lo ha colocado en menos de cuatro décadas en los primeros lugares en el campo científico y tecnológico; primero en el número de científicos per cápita, primero en el ránking de competitividad internacional del Foro Económico Mundial; primer puesto entre los países más democráticos y menos corruptos del mundo, y entre los 16 primeros en el Índice de Desarrollo Humano.
Cuando se analiza el desarrollo científico y tecnológico y los grandes avances en materia de calidad de vida de Finlandia, no hay dudas que el éxito logrado por ese país nórdico radica en la excelencia de su sistema educativo, la cual está presente desde las raíces del mismo, es decir, el preescolar, hasta la educación universitaria.
El liderazgo político y la sociedad de ese país han concebido estos cambios fundamentales con una visión integral y de largo plazo, basada en un consenso político y en el criterio de que la innovación y la competitividad son piedra angular para alcanzar el desarrollo con sentido humano en la economía global.
El empeño por la excelencia educativa en Finlandia se fundamenta en la ideología que orienta ese gran proyecto nacional y que prescribe que los mejores sistemas escolares son los que imparten, con eficiencia, una educación de alta calidad y a todos los alumnos, sin discriminar por extracción social.
Desde el comienzo de la reforma educativa, el país comenzó a requerir de los docentes una formación universitaria estricta y permanente, y se implantó un proceso continuo de evaluación para impulsar y preservar la calidad de los mismos. La sociedad está organizada alrededor de la escuela y la educación, que a nivel primario es responsabilidad de los municipios.
Los docentes tienen poder de decisión en las instituciones educativas y gozan de mucho prestigio social, con amplio reconocimiento comunitario a los gerentes sociales y a los maestros.
El ingreso a la carrera del magisterio es muy exigente, solo se acepta entre 10 y 11% de los que aplican a esta profesión, que es muy bien remunerada; los docentes universitarios promedian ingresos anuales de US$100.000. Se requieren maestrías, con buenas calificaciones para dictar clases en secundaria. Es un sistema meritocrático, en el que profesores e instituciones universitarias son evaluados periódicamente por los mejores centros educativos del mundo, como Harvard, MIT y la Universidad de Oxford.
El empeño por la excelencia educativa en Finlandia se fundamenta en la ideología que orienta ese gran proyecto nacional y que prescribe que los mejores sistemas escolares son los que imparten, con eficiencia, una educación de alta calidad y a todos los alumnos, sin discriminar por extracción social; esa constituye la verdadera equidad en un sistema educativo, y es la razón por la cual los profesores de ese país que se empeñen en enseñar a aprender, se comprometen con el éxito de cada alumno y hacen gran énfasis en clases participativas y en el desarrollo de competencias.
El método educativo se fundamenta en optimizar el tiempo en el aula y no en el número de horas de clase. A nivel de primaria, solo se imparten 31 horas por semana, con un docente y dos de apoyo por 16 alumnos y por 13 estudiantes en secundaria. La repitencia es mínima, ya que cinco de cada 1.000 estudiantes repiten clases; 99,7% terminan la educación obligatoria que abarca hasta los 16 años, con una gratuidad que incluye suministro de libros, comida, transporte y ayudas especiales a los familiares necesitados.
La familia está permanentemente involucrada en el proceso educativo, con frecuentes reuniones con los profesores y un enlace de Internet, que los mantiene informados de la evolución escolar de sus representados.
El compromiso con la innovación y el emprendimiento se evidencia en la educación superior finesa, con la recién creada Universidad de la Innovación (la Universidad de Aalto), administrada por una fundación privada, con importante aporte financiero del gobierno y con flexibilidad autonómica para crear empresas privadas, gestionar financiamiento bancario, lanzar nuevos productos al mercado y realizar diversas actividades comerciales. Todo ello integrando la enseñanza de las ingenierías, la administración de empresas y las artes para formar gerentes creativos y capaces de estimar el gusto de los consumidores.
Finlandia no tiene complejos frente a la globalización y la sociedad del conocimiento. Su educación se fundamenta en la conquista del futuro y no en la nostalgia del pasado, entendiendo, como también lo están haciendo los países exitosos del Asia, que las desigualdades no se corrigen con la masificación educativa, sino con educación de calidad.
En tiempos de reforma, el ejemplo de Finlandia debe ser referencia obligada para lograr en Venezuela una educación de excelencia que responda a las exigencias de la postmodernidad.
*Esta columna fue publicada originalmente en ElMundo.com.ve.
Fuente: América Economía, Edición Mié, 04/06/2011
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